La iglesia, declarada Monumento Nacional en 1981, es el monumento más emblemático. Fue construida entre finales del S. XV y principios del XVI. Es, en la mayoría de sus elementos, de estilo gótico, salvo la portada, que ya es renacentista.

Hacia mediados del S. XIII, bajo el reinado de Fernando III, la Orden de Santiago ocupa las distintas encomiendas de la sierra, Yeste, Taibilla y Socovos; Letur pertenece a ésta última, junto con Férez, Lietor y Socovos. La Orden de Santiago será, precisamente, la que promueva la construcción de los grandes templos de la zona, entre ellos el de Letur.

 

Quizás el solar que ocupa pudo albergar, en su origen, una pequeña mezquita. El templo está dedicado a Santa María, ya que a partir del S. XIII se fomentó el culto a la Virgen, más concretamente su Asunción, que empieza  a representarse en la escultura gótica.

El tamaño del primer templo cristiano debió ser muy reducido, ya que la mayoría de la población a comienzos del S. XV era mudéjar. La primera iglesia, según una crónica de 1507, era edificio viejo, hecho sobre arcos de yeso y cubierto de madera pintada, lo que indica que, mientras que se construía la actual iglesia, la antigua estaba en uso, a la que se añadiría la parte del altar mayor.

 

No se sabe con exactitud quién fue el maestro o arquitecto que realizó el templo, pero en la visita que la Orden de Santiago realizó en 1525 se habla de un tal Juan de Arana, que también trabajó en las iglesias de las villas cercanas.  Parece ser que el templo ya estaba construido hacia 1536, como aparece en la crónica de la visita de la Orden durante ese año.

 

Lo que en  la actualidad podemos contemplar es el resultado de la “restauración popular” que se llevó a cabo en la década de 1960 y que consistió en retirar todo el yeso que cubría paredes y bóvedas. Es un templo realizado todo él en piedra  caliza del terreno, de color marrón, que contrasta con la caliza más blanquecina de los nervios y columnas. Edificio bien proporcionado, invita al recogimiento: consta de una sola nave, dividida en tres tramos, cubiertos éstos por bóvedas estrelladas o de terceletes, con  medallones en las claves que representan a la Virgen amamantando a Cristo, un manzano con una serpiente, o el escudo del cardenal Belluga, respectivamente. Estas bóvedas arrancan de columnas adosadas a los muros, con capitel sencillo de bolas; las del lado derecho aparecen truncadas sin descansar en el suelo, ya que con anterioridad había un pequeño pulpito, hoy desaparecido, en la columna más cercana al altar mayor, y un gran retablo, el de San José, también desaparecido, en la que está junto al coro

           

El coro se encuentra a los pies del templo, sobre un gran arco escarzano que descansa en dos columnas toscanas, formando una soberbia bóveda estrellada con nervios en forma de corazón, con claves que representan la cruz de Santiago, la concha de peregrino, la cruz patriarcal para unos y la de Caravaca para otros, motivos florales, etc.

Existen cuatro capillas principales en los laterales, dos a cada lado de la nave. La primera de la derecha es la del Padre Jesús, cubierta también con bóveda de crucería, con un camarín realizado con posterioridad, con argamasa y cal, con cerramiento sobre pechinas. Aquí se da culto a la imagen del Nazareno, que es una talla similar a la desaparecida de Salcillo. Se cree que bajo el suelo de esta capilla puede haber una cripta para enterramientos. Enfrente, la capilla de la Patrona, la Virgen de la Asunción, una buena talla realizada en madera alrededor de 1950. Junto a la del Nazareno, otra

capillita más pequeña, la de la Inmaculada Concepción, con una imagen de esta Virgen,  adquirida en los años 50, la techumbre también es de buena crucería. Frente a esta última, la capilla de La Dolorosa, con una talla en hornacina, que es copia salcillesca

 

Junto a la capilla de la Dolorosa, se adivina otra capilla, cegada en la restauración de los 60, quizás por tener una bóveda de yesería y no ser de piedra; era la capilla de las Ánimas. Al lado hay una puerta que da acceso al hueco de escalera, realizado con posterioridad, con bóveda de lunetos, para subir al coro y a la torre.

 

Al entrar en la Iglesia, a la derecha, está la antigua capilla del baptisterio (recordemos que en los primeros años del Cristianismo las personas no bautizadas no podían acceder a las iglesias, de ahí que se siguiera la tradición de colocar las pilas bautismales en la entrada). La pila bautismal, una buena pieza del S. XVI, fue trasladada en la última restauración a su ubicación actual, una  segunda entrada formada por un sencillo arco de medio punto que ahora se ha convertido en una ventana que da a la calle.

Hasta principios del S. XIX, el interior de la iglesia era utilizado como cementerio, enterrando a los miembros de las familias más adineradas en las capillas laterales y junto al altar mayor, y a los más humildes junto a la entrada y en el atrio.

 

Según un inventario realizado en los años 30 del S. XX, antes de la Guerra Civil, de la gran decoración interior que existía (retablos, tallas, pinturas, orfebrería, órgano barroco -cuyos tubos fueron fundidos para hacer botes de conserva-) sólo quedan seis magnificas tablas pertenecientes al retablo del altar mayor del S. XVI,  atribuidas al Maestro de Albacete, autor anónimo, posiblemente de origen valenciano, con obras en la Parroquial de Chinchilla y la Catedral de Albacete.

 

De las seis tablas, cuatro están dedicadas a la vida de Cristo, (Anunciación, Nacimiento, Resurrección y Piedad), éstas en el altar mayor, una de Santiago Matamoros en la capilla de la Asunción, y otra del Martirio de San Sebastián en la capilla del Padre Jesús.

 

En la Anunciación se nos muestra una estampa bastante equilibrada, donde se aprecian dos  zonas  bien diferenciadas, la parte de la Virgen y la del Arcángel, separadas ambas por el jarrón de azucenas. La Virgen, imbuida en la lectura, es sorprendida por la visita inesperada del mensajero. La figura de María aparece enmarcada en una especie de tapiz dorado, que nos recuerda un periodo gótico anterior, San Gabriel descalzo y con una gran vara interpele a María, en la parte superior la paloma encarada hacia la mujer es testigo de la escena. El jarrón aparece con tres flores abiertas, simbolizando la virginidad antes del parto, durante el parto y después del parto.

 

En la tabla del Nacimiento, aparece también la Adoración de los pastores, y al fondo la Anunciación a éstos. Tierna escena familiar donde el niño es el punto central, observado por un anciano San José y una jovencísima Virgen en actitud orante, vestida con la misma túnica y manto que en la Anunciación pero sin el cinturón y con una ligera hinchazón, dando idea de su reciente maternidad, toda la escena desprende humanidad. En la parte derecha, unos pastores contemplan sonrientes al recién nacido, enfrentados con el buey y la mula del establo, arriba unos ángeles músicos celebran el nacimiento del Salvador, al fondo a la derecha, la visita de otro ángel a los pastores da profundidad a la composición.

 

En la Piedad,  aparece representado el momento en que Jesús acaba de ser descolgado de la cruz. La anciana Virgen, con mueca de dolor y manto negro, sostiene la mano de su hijo, San Juan a la izquierda le sujeta la cabeza, a la derecha María Magdalena. Si observamos detenidamente a los personajes, comprobamos que el

modelo de San Juan, es el mismo que utilizó el pintor para San Sebastián o para el moro caído que aparece bajo el caballo de Santiago; María Magdalena bien podría ser la Virgen de la Anunciación.

 

Cristo triunfante en su Resurrección, encima de lo que  parece una losa (sepulcro?), es la escena que aparece en la cuarta tabla.  Soberbia figura la de Cristo, de buenas proporciones, recordando a esculturas renacentistas, tocado con corona de gusto gótico, con paño rojo muy bien trazado, bendiciendo con la mano derecha, y portando un banderín con cruz en la izquierda. Los soldados son sorprendidos mientras duermen en el momento justo de la resurrección. Aunque para algunos estudiosos los personajes de la tabla son apóstoles, la presencia de dos de ellos dormitando sobre sus cascos y la incorporación de otro, el que está a la izquierda con la mano levantada, sujeto a lo que parece ser una lanza, nos indica que son militares custodiando el sepulcro de Cristo para que su cuerpo no pudiera ser robado.

 

El Martirio de San Sebastián es una de las tablas de mayor calidad. Este santo fue un soldado de la guardia pretoriana en tiempos del emperador Diocleciano que se convirtió al Cristianismo y fue condenado a morir asaeteado. Quizás sea la obra más renacentista, donde la anatomía humana esta bien conseguida, mostrando una línea clásica que nos recuerda a las esculturas praxitelianas griegas. Ni que decir tiene que el parecido con San Juan de la Piedad y con el ángel del Nacimiento que toca una especie de violín es innegable. Según la tradición, fue atado a un laurel, de ahí que se diga que cuando se queman estas hojas griten y chirríen en memoria del Santo. En la parte izquierda y sobre una nube, aparece un ángel portando una espada, seguramente persiguiendo a los verdugos. Pero la sorpresa que guarda esta tabla es la representación de otro santo: San Cristóbal portando al niño Jesús, en la parte central izquierda. Parece ser que Letur ha tenido relación con este santo, recordemos el nombre que en realidad tiene el monte Calvario, “Cerro de San Cristóbal”, tal vez por existir en sus alrededores alguna ermita o capilla bajo su advocación, ya que igual que aparece representado San Sebastián en el retablo de la iglesia mayor, existiendo una ermita en los arrabales de la villa, donde todavía se conserva la portada, es posible que existiera otra de San Cristóbal, y el pintor quisiera representarlo también en el templo mayor. Cabe recordar también que en el barrio de San Antón había otra capilla dedicada al “patrón de los animales”, ubicada ésta en los alrededores de la actual calle del árbol, de ahí que la cuarta y última figura que aparece en la composición es la de un ermitaño en posición orante junto a una ermita, que bien podría ser San Antonio Abad o incluso San Francisco de Asís.

 

Una de las tablas más representativas de Letur es la que muestra a Santiago en actitud guerrera; Santiago patrón de España y de la Orden del mismo nombre, a la que perteneció Letur hasta el S. XIX. Vestido con hábito, gorro de peregrino y espada  amenazante sobre los árabes invasores yacentes y muertos, salvo el que está vivo que es observado por el apóstol para ser rematado. El tratamiento de los ropajes es bastante bueno. Resalta la figura que en escorzo aparece sobre las patas delanteras del caballo. Muchos de los árabes caídos son los mismos modelos que los soldados de la resurrección.

 

El exterior del templo presenta sólidos muros y grandes contrafuertes adaptados a la fisonomía urbana de las calles, como el que hay en la calle Ánimas, que tuvo que ser perforado para permitir el tránsito vecinal. Detrás de la capilla del Padre Jesús, y también en la calle Ánimas, encima del arco de San Antonio, se ha descubierto recientemente una sinopia, boceto de pintura mural, que no llegó a terminarse.

 

 Todo el templo esta rematado por una cornisa decorada con bolas. En el lado derecho de la portada principal se levanta la torre, soberbia, maciza y esbelta, dividida en cuatro cuerpos, aunque en un principio sólo tenía tres,  añadiéndose con posterioridad el cuerpo del reloj, por eso las gárgolas quedan debajo de éste, donde anteriormente estaba el tejado. Además este último cuerpo está  rematado por una cornisa sencilla sin bolas.  El actual reloj es ya automático, pero todavía se conserva, en este mismo espacio, la maquinaría del antiguo, junto con las pesas. Antes de la automatización, había que subir cada dos días a darle cuerda para que no se parase. Al aumentar la altura de la torre, las campanas quedaban algo bajas, por lo que se cegaron los huecos del segundo cuerpo y se abrieron en el tercero. Las campanas son refundiciones de otras anteriores. La veleta actual es de los años 70 del S. XX,  la antigua se conserva en el museo etnológico.

 

La portada principal es renacentista plateresca, formada por un arco de medio punto entre dos pilastras con capitel corintio, y en las enjutas motivos florales. A continuación, una primera cornisa y encima el friso, con frutos y hojas y la inscripción  ETA OBRA SE FIZO EN EL ANO DE MDXXVIII  (“Esta obra se hizo en el año de 1528”). Sobre la segunda cornisa, un espacio a modo de ático,  enmarcado por dos flameros abalaustrados, donde aparecen las iniciales de Jesús a la izquierda  IHSy de María a la derecha MA”. En el centro y entre dos cuernos de la abundancia,  un escudo rematado por una cesta de frutas, en cuyo interior aparece un jarrón con azucenas, en clara alusión a María. Encima de la portada una amplia ventana abierta a principios del S. XX sustituyendo al ojo de buey o vano circular que había.